El 29 de marzo de 2025 marcó un antes y un después en las escuelas de México: El Gobierno Federal prohibió oficialmente la venta de comida chatarra en las escuelas, nos referimos a frituras como las populares “Sabritas”, panquesitos llenos de azúcar, churros fritos en aceites vegetales, jugos que de jugo solo tienen el nombre (con 2% o menos de fruta real) y hasta las clásicas “tortas de jamón” (que la mayoría de las veces no es jamón real) quedaron fuera de las cooperativas escolares.
Esta medida forma parte de la estrategia nacional “Vida Saludable” (https://vidasaludable.gob.mx), la cuál busca atacar de raíz un problema que nos tiene en jaque: la obesidad infantil y juvenil, que va de la mano con la diabetes y enfermedades cardiovasculares, enfermedades derivadas de una mala alimentación. Y nosotros como padres y ciudadanos, no podemos más que aplaudirla.
Es un paso enorme, valiente y necesario, sin embargo, seamos honestos, el problema de fondo sigue sin resolverse, pues existe una pésima cultura alimentaria en México que se pasa de generación en generación.
Un Espejo Incómodo: La Responsabilidad De Los Padres
Escenas que duelen: Hábitos normalizados desde la infancia

Basta con caminar por cualquier calle de México para ver la realidad: padres comprando “panesitos dulces” repletos de azúcar y colorantes artificiales como “lunch” para sus hijos, niños con botellas de refresco en la mano como si fuera agua, bebés tomando Coca-Cola en sus biberones, normalizando el consumo de bebidas azucaradas desde la infancia.
No es una exageración, es una escena cotidiana en México, durante años hemos fallado en educar a nuestros pequeños sobre qué es realmente la comida, se vive en la ignorancia (o en la negación) de que esos productos ultraprocesados no solo no nutren, sino que dañan. ¿Quién no ha visto a una mamá o papá justificarse con un “es lo que le gusta” o “es su ilusión comerlo en la escuela”?
Etiquetas ignoradas: Un esfuerzo gubernamental desaprovechado

El gobierno mexicano implementó el etiquetado frontal, el cual advierte sobre el exceso de azúcar, edulcorantes, cafeína en distintos productos, agregando además, que no son recomendables en niños. Esto fue otro gran acierto del Gobierno Mexicano, pero la mayoría de los padres ignoran estas advertencias y continúan comprando estos productos.
¿Cuántos padres los leen? ¿Cuántos se detienen a revisar los ingredientes de un paquete de galletas o un “juguito” antes de dárselo a sus hijos? Por desgracia muy pocos.
Estadísticas que alarman: México en el reflector mundial
Mientras tanto, las estadísticas gritan: Según UNICEF y el mismo Gobierno, México es líder mundial en obesidad infantil y segundo lugar en obesidad en adultos, superado por Estados Unidos, el cuál también tiene problemas graves (1)(2). Además, la diabetes tipo 2 en el país ya no es exclusiva de los adultos, lo cuál no nos sorprende, ya que México ocupa un vergonzoso primer lugar en consumo de productos ultraprocesados (chatarra) en América Latina y el cuarto lugar a nivel mundial (3)(4).
Otro dato importante es que entre 1984 y 2016 la compra de ultraprocesados en hogares mexicanos se duplicó, mientras que el consumo de alimentos no procesados o mínimamente procesados disminuyó (5), este dato refleja cómo los hogares se dejaron influenciar ciegamente por el marketing en radio y televisión, además de que cada vez hubo una mayor disponibilidad y accesibilidad de este tipo de productos, muy cerca de los hogares.
Actualmente 1 de cada 3 niños ya padece obesidad, pero informes del Atlas Mundial de Obesidad publicado por la Federación Mundial de Obesidad (World Obesity Federation), prevén un aumento de hasta un 56% en obesidad en niños para el año 2035 en México si sigue la tendencia actual (6).
La Indignación Ante la Nueva Medida
Cuando esta nueva ley de comida chatarra en escuelas entró en vigor, las quejas de los padres no tardaron en llegar: “Los niños van a sufrir sin sus dulces”, “es su felicidad en las posadas navideñas”, “que van a comer en el festejo del día del niño”, “no sé qué les voy a mandar ahora como lunch” ¿Es en serio? ¿Sufrir porque no comerán frituras o refresco que no les aportan nada?
Estas reacciones demuestran la falta de educación nutricional y cómo la comodidad de comprar alimentos ultraprocesados, ha superado la voluntad de preparar comidas en casa que además de que pueden ser deliciosas, no les afectará su salud, al contrario.
Es irónico que, en lugar de ver esta regulación como una oportunidad para mejorar la alimentación infantil, muchos padres la perciban como una “injusticia”. Pero el verdadero problema es que si un niño no puede pasar unas horas sin comida chatarra, entonces hay un problema serio en sus hábitos alimenticios.
El Problema Raíz: Una Epidemia Disfrazada De Cariño
En México, la obesidad no solo es un problema de salud, es un asunto cultural. En muchas familias mexicanas, es común referirse con cariño a los niños o adolescentes con sobrepeso llamándolos “gordita” o “gordito” de forma cotidiana, sin tomar en cuenta que la obesidad es una enfermedad que puede traer graves consecuencias de salud como diabetes tipo 2, hipertensión y problemas cardiovasculares, estamos normalizando una epidemia.
La mayoría de los adultos mexicanos tienen sobrepeso u obesidad, y los niños siguen el mismo camino, pero esto no es casualidad: los hábitos se heredan, si los padres comen mal, los hijos también porque ellos imponen la alimentación, lo que ellos comen le darán a sus hijos. La diabetes u otras enfermedades crónicas no son hereditarias como muchos dicen, tratando de justificar la mala alimentación que por comodidad y complacencia han decido llevar, está en cada uno de nosotros romper eso hábitos alimenticios.
Por otro lado, si los maestros llegan a las escuelas con sodas y frituras en bolsa como almuerzo, ¿qué ejemplo dan? Hemos visto aulas donde los propios docentes, con sobrepeso evidente, consumen lo mismo que ahora está prohibido vender a los alumnos, y en casa, el ciclo continúa.
Los abuelos, con todo el amor del mundo, a veces son otro obstáculo, queriendo consentir a sus nietos, llegan con bolsas de dulces llenos de aditivos y colorantes artificiales o pastelitos empaquetados. “Es lo que les gusta” dicen, realmente no creemos que lo hagan con mala intención, pero lo que hoy es un gesto de cariño puede ser mañana un problema de salud.
La pérdida de lo natural: Un cambio silencioso
Hace décadas, los helados o nieves se hacían con crema y leche de vaca, yemas de huevo, extracto de vainilla real y miel natural; eran postres reales, en cambio hoy, los niños sólo conocen esas paletas congeladas y helados hechos de aceite vegetal llenos de químicos y espesantes, ni siquiera se parecen a lo que alguna vez fue un helado de verdad.
Lo mismo sucede con el pan y los postres: por ejemplo los hotcakes, antes se hacían con ingredientes reales y simples, pero ahora son industrializados con una larga lista de ingredientes químicos, azúcar y conservadores.

Esta transformación en la alimentación ha afectado directamente la salud de los mexicanos, la obesidad y la diabetes han aumentado a niveles alarmantes, y es preocupante ver que nosotros como sociedad, consideremos como “normal” todos estos productos ultraprocesados hoy en día.
La Nueva Ley: Un Buen Comienzo, No Una Solución
La normativa es clara: desde el 29 de marzo de 2025, las escuelas de los tres niveles educativos en México (preescolar, primaria y secundaria) tienen prohibido vender o promover comida chatarra. Las sanciones económicas a los infractores están contempladas, y el Manual para Madres y Padres de Familia, publicado por la Secretaría de Educación Pública (SEP), ofrece recetas nutritivas y sabrosas como alternativa.
Es un excelente esfuerzo por parte del Gobierno de México y lo celebramos, pero no nos engañemos: cuando los niños lleguen a casa, muchos seguirán comiendo lo que no pudieron en la escuela, porque como sabemos, el verdadero cambio no está en las leyes, sino en los padres de familia, la clave está en que los padres decidan romper el ciclo de malos hábitos que se han pasado de generación en generación.
Alternativas Reales: Comer Normal No Es Sufrir
Imaginemos por un momento qué pasaría si los padres dejaramos de ver la comida chatarra como “un premio” o “una ilusión” para los niños, que pasaría si desde bebés les enseñáramos a disfrutar de una fruta fresca, un pan de trigo entero (integral) hecho en casa o un postre con ingredientes naturales, esto es comer normal, no es hacer dieta como muchos le llaman.
No es sufrir, tampoco es privarlos, hay opciones de comida real y deliciosa que no vienen en empaques brillantes ni necesitan sellos de advertencia. Si los padres no toman conciencia y actúan, las estadísticas de obesidad y diabetes seguirán en aumento, cumpliendose las estimaciones del Atlas Mundial de Obesidad.
Preparar comida en casa toma tiempo, sí, pero ¿no vale la pena por la salud de nuestros hijos? El problema es que lo ultraprocesado es cómodo, y en un país donde el ritmo de vida es acelerado y los sueldos muchas veces no alcanzan, la tentación de lo fácil siempre está ahí.
Una Desición de los Padres de Familia
Esto no acabará con una ley, ni con etiquetas, ni con campañas, acabará cuando cada padre, cada madre y cada persona involucrada en la vida de un menor, decida cortar el ciclo. Cuando dejemos de ver la comida chatarra como un premio o una necesidad y empecemos a verla como lo que es: “un veneno discreto”.
Las estadísticas de obesidad cada vez más altas en México, irán a la baja cuando entendamos que la felicidad de nuestros hijos no está en un pastelito ultraprocesado o una soda, sino en crecer sanos, fuertes y con amor, de igual manera cuando los adolescentes, ya conscientes, elijan no repetir los errores de las generaciones pasadas.
Aquí en Blissenza apoyamos con todo el corazón esta iniciativa del Gobierno Mexicano, es un paso en la dirección correcta, un mensaje claro de que la salud importa, pero el peso real está en nuestras manos. No basta con prohibir la comida chatarra en las escuelas si en casa seguimos sirviéndola, no basta con culpar a los niños por “querer” esos productos si nosotros los pusimos en sus manos desde pequeños.
Conclusión
Es hora de mirarnos al espejo, de asumir nuestra responsabilidad y de actuar, hacer de la educación alimentaria una prioridad, porque somos nosotros los que tenemos en nuestras manos la posibilidad de romper con los malos hábitos y garantizarle a nuestros hijos una vida saludable y un mejor futuro.
Terminamos con esto, una nación más sana no se construye solo con leyes, se construye con familias que decidan comer mejor, vivir mejor y enseñar mejor, y eso amigos lectores, empieza hoy en nuestra mesa.
Los invitamos a compartir este artículo para seguir creando cada vez más conciencia en padres de familia, no sólo de México, sino en el mundo entero. Que pasen buenos días, buenas tardes o buenas noches.